CerveceríaGiralda

Como bar, el llamado entonces Bar Español, se inaugura en 1923. Pasaría a ser ya el Bar Giralda en 1934, bajo la dirección de José María Asprón, mítico hostelero sevillano. Desde entonces, el Giralda siempre ha sido parte del encanto de Sevilla, de su historia y de su cultura.

Punto de encuentro de vecinos, de personajes ilustres y de intelectuales, el Giralda siempre ha tenido una copa que servir, una báscula para hacer las veces de abacería y una historia que contar. Cierto es que pasó por distintas épocas, con menos luz, más abandono o relativo interés. Sin embargo, siempre mantuvo ese noséqué especial, algo que atraía a alguna parte de la sociedad. En los 60, por ejemplo y en palabras de Antonio Burgos, fue “como un Café Gijón a la sevillana”, donde los escritores contemporáneos se reunían semanalmente a desarreglar su mundo.

Historia del Giralda moderno

Otro hito llegaría en 1984. Es entonces cuando Francisco Sánchez se hace con el local. Este tabernero de tiza en la oreja, con su sencillez y esfuerzo, logró imponer una idea en la ciudad. La de la tapa en un concepto similar al que ahora tenemos. Francisco Sánchez revolucionó la restauración sevillana con el Giralda. Hasta su rompedora idea, la tapa sevillana era un platillo pequeño, un sencillo bocado a elegir entre poca variedad. Cuando los bares de alrededor tenían seis opciones, Francisco sacaba su pizarra con veinte tapas, prácticamente platos elaborados y, como recuerdan los más antiguos del lugar, tachaba en ella las opciones a medida que se agotaban.

Su modelo triunfa y se generaliza. Y así pasan los días, las tapas, los clientes y los años en Sevilla, hasta que en 2007, el creador de ese modelo de tapeo, con cocina más elaborada y mayores cantidades, decide jubilarse. Entonces surge un runrún en la ciudad, “cierra el Giralda”. Y aparece en escena el Grupo Patanchón…